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Leer la parasha y la haftará Tetzavé

Estableceré allí Mi reunión con los Hijos de Israel, y se santificará con Mi gloria. Santificaré la Tienda de la Reunión y el Altar; y a Aarón y a sus hijos los santificaré para que sean Mis sacerdotes. Haré que Mi Presencia repose entre los Hijos de Israel y Yo seré su Elohim.

Shemot 29:43-45

Es muy interesante como El Eterno establece al tabernáculo como un punto de encuentro entre El y los hijos de Israel. Además siguiendo la narrativa la Gloria de El Eterno es la que santificó al tabernáculo.

Para que la consagración del tabernáculo se haya dado primeramente El Eterno reveló Su Voluntad al pueblo en el monte Sinaí, dando todos los detalles al pueblo de lo que necesitaban hacer y ellos lo hicieron. Por consiguiente una vez que el pueblo siguió la instrucción fue entonces que la presencia divina desciende, siendo Su Gloria la que culmina la santificación, dedicación y consagración del tabernáculo y los sacerdotes. La palabra Kadosh que se traduce como santificará trata de una limpieza para separar lo limpio de lo que no está limpio y esa es la función de la santificación. 

Nosotros tenemos que entender que si El Eterno no revela Su Voluntad a una persona por consecuencia esta persona no puede cumplir con la Voluntad de El Eterno. Pero si El da esa revelación y la persona lleva a la práctica la Voluntad de El Eterno es como si el mismo fuera ese tabernáculo preparándose para que la presencia divina repose sobre el y con eso se sella la consagración de una persona para El Eterno. Ya que su Gloria o Presencia es la que limpia por completo el interior de la persona y eso marca la diferencia entre una persona limpia y la que no lo está. Si no hay esa diferenciación entre la vida de una persona limpia y de otra que no lo está, entonces no hay una santificación concluyendo que la presencia divina no ha residido en el corazón de esa persona. Debido a que la vida como padre, madre, esposo, esposa, hijo o hermano  de una persona en la que la presencia divina reposa en su corazón y fue consagrada será distinta a la de una persona que no lo ha sido.

Debemos de tener mucho cuidado de creer que solo porque tuvimos la primera revelación de El Eterno ya está resuelto todo o porque se nos ha revelado una Torah ya somos santos y estamos consagrados ya que eso no es así. Como hemos visto el último paso para la consagración es que la presencia divina repose sobre nosotros y esto se va a ver manifestado por buenos pensamientos, buenas palabras y acciones justas llenas de amor irradiando de todo esto a las personas de nuestro alrededor. No debemos quedarnos en la religiosidad o en el camino de la preparación del tabernáculo.

La tierra de Israel por ejemplo es una tierra que El Eterno determinó que era consagrada pero mientras esté llena de idolatría no podemos llamarla tierra santa, ya que para eso tendríamos que quitar toda idolatría y toda cosa que no sea del agrado del Eterno. Y cuando esa vasija de Israel esté lista tal y como El Eterno lo instruyó en su Torah entonces descenderá la presencia divina y terminará por consagrarse la tierra de Israel. De la misma manera con nosotros mientras haya idolatría y maldad en nuestro corazón la presencia divina no podrá reposar sobre nosotros y no seremos consagrados.

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.

Yejezkiel 36:26-28

Shabat Shalom

R. Yehuda ben Yisrael

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