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Leer la Parasha y Haftara Masei

El capítulo 33 de Bamidvar nos especifica los más de 40 lugares en donde estuvo el pueblo de Israel en los 40 años que permaneció en el desierto, nombrando cada uno de los lugares en que el pueblo acampo desde que salió de Mitzraím, la pregunta es ¿porqué la Torá cree importante el mencionarlo tan detalladamente?

Num 33:9 Partieron de Mará y llegaron a Elim. En Elim había doce fuentes de agua y setenta palmeras; allí acamparon.

מָרָה

Mará

lo mismo que H4751 femenino; amarga; Mara, un lugar en el desierto:-Mara.

אֵילִם

Eilim

plural de H352; palmeras; Eilim, un lugar en el desierto:-Elim.  Elim viene de una raíz que quiere decir fuerza o cosa fuerte.

En este verso nos indica un de los tantos viajes que el pueblo tuvo por el desierto, de un lugar de amargura o sufrimiento a un lugar o estado de fortaleza y seguridad, como lo era Elim, un oasis.  En el transcurso del viaje de Mará a Elim y durante su estadía en cada uno de esto lugares, el pueblo fue alimentado con maná todos los días, una nube los cubría durante el día para que el sol no los calentara mucho, y por la noche una antorcha de fuego los iluminaba.

MARA Y ELIM dos lugares totalmente opuestos, uno representa amargura y sufrimiento y por el otro lado Elim significa fortaleza y justicia, porque la palmera es símbolo que representa al justo.  Pero en estos dos lugares que para el hombre son opuestos, en ambos el Eterno alimentó al pueblo, en ambos lugares El los protegió del sol y de la oscuridad y frío de la noche.  La presencia Divina estuvo con el pueblo en ambos lugares, tanto en el sufrimiento como en los momentos de victoria.

Aunque para nosotros parezca que el Eterno no está con nosotros en los momentos difíciles sino solo en los momentos en que nos sentimos victoriosos y fuertes, Su presencia está en ambos lugares o situaciones, lugares y situaciones que nosotros visitamos frecuentemente en nuestras vidas.

El salmista escribió:

Salmo 139:8  Si subiere a los cielos,  allí estás tú;  Y si en el Seol hiciere mi estrado,  he aquí,  allí tú estás.

El salmista también  nos presenta nos lugares que representas dos extremos, los cielos por un lado representan el Trono del Eterno, lo alto, la bendición, la vida, el ascenso espiritual, pero por el otro lado nos menciona el Seol, un lugar que representa lo bajo, la muerte, un descenso espiritual.  Y el salmista dice que aunque el visite estos dos lugares, allí encontraría la Presencia Divina.  En lo más alto de su creación, como en lo más bajo, en los momentos más sublimes de nuestras vidas, como en los más desastrosos, allí está El, allí está Su presencia, con su pueblo, con los suyos, alimentándolos, protegiéndolos día y noche, como lo hizo en el desierto.

Jer 23:23   ¿Soy yo Dios de cerca solamente,  dice YHWH,  y no Dios desde muy lejos?

Jer 23:24   ¿Se ocultará alguno,  dice YHWH,  en escondrijos que yo no lo vea?   ¿No lleno yo,  dice YHWH,  el cielo y la tierra?

Cielo y la tierra, dos extremos que manifiestan una totalidad, totalidad de la creación, el Eterno llena por completo toda Su creación, tiempo y espacio, material y espiritual, en todos estos lugares está la presencia Divina.

Como pueblo del Eterno debemos ser personas que no solo saben esto, sino que personas que miran y palpan la presencia Divina en todos los lugares de Su Creación, en el tiempo y espacio, en lo material y lo espiritual, en la bonanza y la escasez, en la enfermedad y en la salud, en la derrota como en la victoria, en lo sublime y en lo no sublime, en los tiempos difíciles como en los tiempos buenos.

En los tiempos buenos, tiempos de prosperidad, en los tiempos de salud y victoria es fácil  ver el rostro del Eterno, en cuanto sanamos de una enfermedad, damos gracias al Eterno, porque sentimos Su presencia en la salud, en la prosperidad, en nuestro ascenso a los cielos, pero en el Seol, pero en la enfermedad, pero en la necesidad, pero en los tiempos amargos, nos es vital también sentir Su Presencia, porque allí está, pero el hombre tiende a perder su capacidad de percibirla en medio de la aflicción, pero sus hijos no.

Salmo 139:12  Aun las tinieblas no encubren de ti,  Y la noche resplandece como el día;  Lo mismo te son las tinieblas que la luz.

El salmista quién tenía un corazón conforme al corazón del Eterno, dijo que aún las tinieblas no podían encubrir al Eterno, él fue un hombre que en sus momentos de aflicción, enfermedad y sufrimientos, él podía sentir la mano de su Dios en todos estos momentos, él no solo sabía que el Eterno estaba allí, en esos momentos y lugares difíciles de su vida, sino que también sentía Su Presencia, la experimentaba, era parte de su vivencia.

EL EXTREMO IMPORTANTE

Entre estos dos extremos que vivenciamos en nuestras vidas, escasez en todos los sentidos y abundancia en todos los sentidos, el más importante es aquel en el que tenemos que trabajar más, en el que tenemos que hacer una labor extra para verdaderamente vivenciar la presencia Divina allí, y este extremo es la escasez, esos tiempo oscuros y difíciles de nuestras vidas, la enfermedad y la soledad, pareciera que el Eterno nos lleva a esos lugares y tiempos con el propósito de que lo busquemos allí.

Pareciera que somos nosotros los que necesitamos corregir algo en nosotros y esa corrección es hecha cuando en medio de la aflicción buscamos su rostro, cuando lo buscamos y lo encontramos en situaciones y lugares en los que pareciera que El no está, pero sí está. 

Ese ejercicio hace del hombre un hombre mejor, hace que el hombre crezca interiormente, hace que el hombre madure y llegue a ser lo que el Eterno desea que sea, pero para eso es necesario los tiempos y lugares de sufrimiento, para crecer.

Exo 1:11  Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas;  y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje,  Pitón y Ramesés.

Exo 1:12  Pero cuanto más los oprimían,  tanto más se multiplicaban y crecían,  de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel.

Exo 1:13  Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza,

Exo 1:14  y amargaron su vida con dura servidumbre,  en hacer barro y ladrillo,  y en toda labor del campo y en todo su servicio,  al cual los obligaban con rigor.

El Eterno tenía que hacer que los israelitas crecieran en número, porque lo había prometido a sus padres, pero para eso era necesario un faraón que los esclavizara, era necesaria esa vivencia en Mitzraím, un lugar de limitaciones.

EL DESIERTO

El pueblo de Israel fue engendrado en el útero de Mitzraím, un mundo de limitaciones y esclavitud, luego de ser gestado y madurado en el desierto,  el desierto es una tierra de nadie, es un lugar desolado, despoblado y peligroso, un lugar de soledad, y es allí en donde el pueblo de Israel tiene su mayor escuela, una escuela que lo preparará para entrar a la tierra prometida ¿no será que por eso la Torá dedica tanto de sus palabras para detallar la estancia del pueblo en el desierto? Efectivamente, los desiertos no sólo son necesarios, sino que son de suma importancia, no se puede llegar a la tierra prometida sin pasar por el desierto.

Las lecturas de la Torá nos recuerdan continuamente la estancia del pueblo en el desierto, porque el Eterno quiere que aprendamos como El forma a un pueblo para que le sirva como una nación santa y real sacerdocio, El lo forma en el desierto, en la soledad, y nos detalla muy bien esa estancia en el desierto, para mostrarnos como nuestros padres erraron en el desierto, como el Eterno siempre estuvo con ellos y ellos no lo vieron, no aprovecharon Su Presencia, porque quiere que nosotros no cometamos el mismo error, y aprendamos a buscarlo a El, en donde a veces parece que no está, en el desierto, en la aflicción, porque El quiere eso de nosotros, para formarnos, para que crezcamos.

Entonces los desiertos de este mundo, son puestos por Dios para sus hijos, porque los quiere, porque quiere que crezcan, porque su misericordia es para con ellos, porque El sabe, que sino es así, sus hijos no crecen, y entonces algún día todos diremos como el salmista: “aún las tinieblas no pueden encubrirte”, porque hemos aprendido a ver la misericordia y la bondad de Dios, en el desierto, en la aflicción, y entonces creceremos y estaremos listos para entrar a la tierra prometida y vivir allí eternamente.

Eze 20:33  Vivo yo,  dice YHWH el Señor,  que con mano fuerte y brazo extendido,  y enojo derramado,  he de reinar sobre vosotros;

Eze 20:34  y os sacaré de entre los pueblos,  y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos,  con mano fuerte y brazo extendido,  y enojo derramado;

Eze 20:35  y os traeré al desierto de los pueblos,  y allí litigaré con vosotros cara a cara.

Eze 20:36  Como litigué con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto,  así litigaré con vosotros,  dice YHWH el Señor.

Eze 20:37  Os haré pasar bajo la vara,  y os haré entrar en los vínculos del pacto;

Eze 20:38  y apartaré de entre vosotros a los rebeldes,  y a los que se rebelaron contra mí;  de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré,  mas a la tierra de Israel no entrarán;  y sabréis que yo soy YHWH. R. Yehuda ben Israel