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Leer la Parasha y Haftara Devarim

UN BUEN MAESTRO

Devarim es el quinto libro de la Torá, según la tradición lo escrito en este libro es una disertación de Moshe que duró 40 días, dada a los hijos de los israelitas que salieron de Mitzraim pero quedaron postrados en el desierto por causa de su incredulidad.

Este libro es muy especial, ya que es un libro en el que no se encuentra expresiones como “YHWH le dijo a Moshé”  porque el Eterno ya le había dicho todo a Moshé previamente, este libro es un libro escrito por Moshé, por eso las expresiones en este libro son como “YHWH me dijo”.   Esto nos muestra el nivel de profecía que manejaba Moshé, un nivel de profecía con mucha autoridad, a tal grado que las palabras de Moshé son puestas como parte de la Torá, son un libro aparte del resto, pero parte de la Torá, ya que él era un profeta con el que el Eterno hablaba “boca a boca”, un profeta que de tanto estar en la presencia del Eterno que su rostro resplandecía.  

Hay que entender esto bien, los profetas como Jeremías y Ezequiel por ejemplo, fueron profetas que escribieron lo que el Eterno les dijo que escribieran y porque el Eterno les dijo que escribieran, tal y como el Eterno lo hizo con Moshé en los otros 4 libros de la Torá, pero Devarim es un libro que Moshe escribió, con sus palabras, además los otros profetas escribieron y profetizaron para traer de regreso al pueblo a las palabras o Torá que Moshé les dejo, eso ya nos da una idea más clara del nivel de profecía que manejó Moshé.

Por eso a la Torá también se le conoce como “la Torá de Moshé” ya que de mano de él, el pueblo la recibió y el mismo Eterno lo manifestó de esa manera a Yehoshua:

Josué 1:7  Solamente esfuérzate y sé muy valiente,  para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó;  no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra,  para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

A este libro de Devarim también se le conoce dentro del pueblo de Israel como “Mishné Torá”, que quiere decir repetición o revisión de la Torá, ya que en este libro Moshé repite de nuevo la instrucción dada por el Eterno más que todo en los libros de Shemot, Vayikrá y Bamidbar, es entonces este libro una repetición o recordatorio de la Torá que Moshé está dando de nuevo al pueblo de Israel.

Deu 1:3 El año cuarenta, el día uno del undécimo mes, habló Moisés a los israelitas exponiendo todo cuanto YHWH la había mandado respecto a ellos.

Durante 40 años el pueblo de Israel vivió en el desierto dirigido por Moshé, en todos esos años Moshé vivió instruyendo al pueblo, enseñando la voluntad del Eterno, motivándolos y reprendiéndolos para que la llevaran a la práctica, con señales y prodigios maravillosos, como por ejemplo; sacando agua de una roca para darles de beber, y hacer que aquellos que se revelaron contra su posición de autoridad fueron tragado por la tierra,  las preguntas son:

¿Era realmente necesario repetir nuevamente toda la Torá cuando se había estado haciendo a lo largo de 40 años?

¿Por qué dejó esta repetición escrita, si ya estaba escrito porqué volverla a escribir?

MOSHE UN MAESTRO DE TORA

Repetir, repetir, repetir y volver a repetir, es una característica del maestro de la Torá, es así como el Eterno instruyó que se hiciera:

Devarim 6:6  Y estas palabras que yo te mando hoy,  estarán sobre tu corazón;

Devarim 6:7  y las repetirás a tus hijos,  y hablarás de ellas estando en tu casa,  y andando por el camino,  y al acostarte,  y cuando te levantes.

La misma Torá está diseñada con el método de la repetición, cuando uno lee la Torá, no dejará de leer una y otra vez a lo largo de ella como el Eterno dice una y otra vez que hay que obedecer sus mandamientos, en una porción de tan solo 3 o 4 capítulos de la Torá, uno puede encontrar hasta 15 exhortaciones para obedecer, entonces ser requiere ser demasiado inepto y duro de corazón para no entender que lo que el Eterno quiere.

Isaías 1:3  El buey conoce a su dueño,  y el asno el pesebre de su señor;  Israel no entiende,  mi pueblo no tiene conocimiento.

Pero el punto central es que la repetición en la enseñanza de la Torá es una característica básica e indispensable, a tal grado que se puede decir, que es la repetición de la instrucción de la Torá la que llevará al hombre al Olam Havá, eso se puede descifrar del hecho que la “Mishné Torá” sea precisamente el 5to. Libro de la Torá, número que representa precisamente al mundo por venir y talvez por eso fue escrita esa repetición, para ocupar ese lugar dentro de la Torá.

De allí el porqué en nuestras sinagogas se estudia la Torá en un ciclo anual, para que año con año el israelita vuelva a leer y estudiar la Instrucción Divina, una y otra vez, año con año, pero para que este sistema se lleve a cabo y funcione es necesario de algunas características entre el maestro y discípulo.

PACIENCIA

Por parte del maestro la paciencia debe ser una virtud que lo debe caracterizar, el maestro debe tener la paciencia necesaria para repetir la misma enseñanza las veces que sea necesario repetirla, tanto si el discípulo se lo pide, como si no lo pide, ya que si el maestro tiene la leve sospecha de que el discípulo no ha entendido en algún grado la enseñanza, debe repetirla.  Y aún cuando el discípulo halla entendido intelectualmente la enseñanza pero el maestro observa que no ha llevado la enseñanza a la práctica, debe seguir repitiendo la enseñanza hasta que se haga parte de la vida del discípulo, y cuando esto sea así, debe seguir repitiendo para impedir que se le pueda olvidar al discípulo y se desvíe del camino correcto, por no haber tenido la paciencia de repetir.

La paciencia del maestro de Torá es tanta, que no se exalta ni se siente amenazado por aquellos que hoy lo confrontan y le dicen que está equivocado,  ya que él sabe que si ellos siguen estudiando, algún día reconocerán su error, el maestro de Torá sabe que la comprensión de las enseñanzas de la Torá es cuestión de tiempo, y al igual que los niños, que cuando estos crecen, se dan cuenta que papá tenía razón.

HUMILDAD

Por parte de los discípulos la humildad es el punto de partida, ya que humildad es el reconocer cada uno su posición con respecto al Eterno, el discípulo jamás aprenderá si cree saber más que su maestro, una actitud humilde hace del discípulo una vasija viable para que un maestro deposite sus enseñanzas.

Salmo 25:8  Bueno y recto es YHWH;  Por tanto,  él enseñará a los pecadores el camino.

Salmo 25:9  Encaminará a los humildes por el juicio,  Y enseñará a los mansos su carrera.

Desde el momento que nos disponemos a tomar un maestro, estamos reconociendo que necesitamos aprender, y que el maestro que escojamos puede hacerlo, por eso dijimos anteriormente que la humildad es el punto de partida de un discípulo.  Y en cuanto a maestro y discípulo de Torá, el discípulo toma la posición de pecador, un pecador que necesita del maestro para corregir su vida, por eso el salmo anterior dice: “él enseñará a los pecadores el camino” si aprender Torá es aprender justicia Divina, nosotros nos apegamos a un maestro para que nos enseñe esa vida de justicia, que en alguna medida necesitamos, eso significa tener un maestro de Torá, eso es humildad.

PERSPECTIVA REAL

Esta relación entre maestro y discípulo, no debe ser visto solo entre los miembros de una sinagoga y su rabino, aunque es el ejemplo más específico no es el único, sino todos y cada uno de nosotros somos en alguna medida y en algún tiempo maestros y también discípulos.  Todo padre de familia es un maestro de Torá no solo reconocido sino instituido por la misma Torá.

Devarim 6:6  Y estas palabras que yo te mando hoy,  estarán sobre tu corazón;

Devarim 6:7  y las repetirás a tus hijos,  y hablarás de ellas estando en tu casa,  y andando por el camino,  y al acostarte,  y cuando te levantes.

Siendo así el padre de familia el maestro de Torá más inmediato de todo núcleo familiar, y sus hijos y esposa su más allegados discípulos, por otro lado también todo israelita frente a las otras naciones, cuando se acercan a él para solicitar información sobre la Torá, el israelita es para todas las naciones un maestro y guía, para conducirlas a la Torá.

Rom 9:3  Porque deseara yo mismo ser anatema,  separado de Cristo,  por amor a mis hermanos,  los que son mis parientes según la carne;

Rom 9:4  que son israelitas,  de los cuales son la adopción,  la gloria,  el pacto,  la promulgación (enseñanza) de la ley,  el culto y las promesas;

 ¿PORQUÉ REPETIR TANTO?

El Talmud Babilónico en su tratado Avodá Zará página 5 dice:

“Una persona no comprende realmente a su maestro sino hasta el cuadragésimo (40) año.”

Esto posiblemente es dicho en base a la experiencia del pueblo de Israel en el desierto, el pueblo salió de Mitzraím, fue instruido en el desierto para que temiera y obedeciera a su Elohim libertador, para que confiaran en Él, precisamente en el momento de poner a prueba todo lo aprendido, el pueblo falla, no confía, no obedece, no entraron a la tierra prometida por su Elohim, no fue sino hasta cuarenta años más tarde que aprenden la lección, una lección que les fue dada 40 años antes, fue repetida año con año, hasta que finalmente fue entendida y puesta en práctica en el año 40.

La diferencia no radicó en el maestro, tampoco en la enseñanza, la diferencia radicó en los discípulos, en el pueblo, en la vasija que recibe la enseñanza para ser llenada, nuestra Gran Maestro y Rey dijo:

Mar 2:21  Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo;  de otra manera,  el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo,  y se hace peor la rotura.

Mar 2:22  Y nadie echa vino nuevo en odres viejos;  de otra manera,  el vino nuevo rompe los odres,  y el vino se derrama,  y los odres se pierden;  pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.

La diferencia entre la generación que no entró a la tierra prometida y la que entró, fue la madurez, fue el crecimiento espiritual, era una vasija nueva, preparada para recibir una enseñanza nueva.  La vasija (el discípulo) debe crecer, debe renovarse para que esa renovación lo convierta en una vasija idónea para recibir una enseñanza de nueva, una enseñanza más profunda, a mayor renovación, mayor comprensión.

COMPRENSION

Cuando decimos comprensión, no nos referimos al nivel meramente intelectual, el discípulo puede estar de acuerdo con la enseñanza, puede entenderla a la perfección, pero la dificultad esta en llevar esa enseñanza entendida a ser parte de su persona, parte de su vida, es entonces cuando el discípulo como vasija se renueva, y está preparada para aprender algo más.  El discípulo no es aquel que busca más conocimiento, no es el que quiere saber más, sino el que realmente quiere cambiar su vida, quiere renovarla, quiere vivificarla,  quiere ser cada día más como su maestro.

Mateo 10:24  El discípulo no es más que su maestro,  ni el siervo más que su señor.

Mateo 10:25  Bástale al discípulo ser como su maestro,  y al siervo como su señor…

“pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar” El vino significa vida, el vino como fruto de la vid simboliza la vida, así que cuando el vino es puesto en un odre nuevo, el odre es vivificado por él, y desde ese momento el odre puede considerase útil, mientras no es llenado, no es más que un odre vacío.

En la enseñaza de la Torá no se trata simplemente de una transmisión de conocimientos, sino de una transmisión de vida, una vida que al ser echada en un odre nuevo, lo vivifica.  

La enseñanza de la Torá está fundamentada en lo que se es, y no en lo que se entiende.

La paciencia del maestro de Torá debe ser tan grande, que está dispuesto a esperar lo que sea necesario para que el discípulo madure y luego pueda entender lo que hace tiempo se le ha estado enseñando, la paciencia y amor del maestro de Torá es tan grande, que dentro del pueblo de Israel es considerado un padre para sus discípulos.

  • El que busca solo conocimiento, la repetición le aburre y desespera.
  • El alumno que busca cambiar su vida, la repetición lo vivifica, porque de cada vez que es repetida una enseñanza, la enseñanza es la misma, pero él no, por lo que este alumno aprende algo nuevo cada vez que se repite una enseñanza, porque la enseñanza lo vivifica.

R. Yehuda ben Israel